lunes, 26 de enero de 2009

Una película diferente


Lo que me gusta de Jaime Rosales es su indiferencia ante esas oportunidades por las que otros se dejarían partir los brazos. Tras ganar el pasado año, en la ceremonia de los premios Goya, Jaime Rosales vuelve a desmarcarse con su, posiblemente, más extraña película: Un tiro en la cabeza, que, tal y como ya informaba en un articulillo anterior, ha sido exhibida por la Filmoteca de Zaragoza. Quizás Rosales podría haber rodado una película más convencional, con mayor presupuesto y actores conocidos, pero tan solo los sabios son libres. Así las cosas, Rosales ha rodado lo que le ha venido en gana, sin atender a la marcha comercial de su carrera.

Lo que más me gustó de Un tiro en la cabeza fue su alejamiento de los códigos de representación convencionales, su forzoso distanciamiento de cualquier tipo de discurso aclarador. Rosales se limita a mostrarnos una serie de escenas, a lo largo de unos ochenta minutos de metraje, sin incluir diálogo alguno. Tan solo la imagen y el sentido que uno quiera otorgarle a la misma es protagonista de una película única que provoca, ante todo, extrañeza y desazón.

Un tiro en la cabeza es una de las propuestas cinematográficas más radicales que este pobre “freaknéfilo” ha visto en mucho tiempo. Fan incondicional de Las horas del día y de La soledad, aplaudo con entusiasmo el tercer largometraje del amigo Rosales, película que les recomiendo, sobre todo si ansían platos exóticos y diferentes.

domingo, 25 de enero de 2009

Siete almas


¿Y para qué iremos al cine? ¿O al teatro? ¿O para qué abriremos un libro o besaremos unos labios? Para conocer, y para emocionarnos. El lenguaje puede funcionar como instrumento de conocimiento, a través de las palabras podemos analizar o definir, pero creo que siempre queda un halo de misterio que somos incapaces de aprehender y, posiblemente, ese halo que siempre nos circunda y que siempre se nos escapa es el maravilloso ingrediente secreto de la salsa de la vida.

Así las cosas, podemos definir Siete almas como un título lacrimógeno y convencional, pero dotado de ese toque inaprensible que logra emocionarnos. Siete almas es un producto para el gran público, afortunadamente, pues al disfrutarla en una sala abarrotada se siente el silencio conmovedor de la emoción, de la película que llega a nuestro corazón y al de quien tenemos al lado. Siete almas es una historia de Hollywood orquestada por un europeo, Gabriele Muccino, que sabe darle ese inusual toque de lo poético, como un abrazo sincero, una caricia enamorada o unas palabras tan sabias como las de nuestro Cervantes:

“Es amor
un no sé qué
que viene
no sé por donde
que se va
no sé por qué.”

Al igual que un torrente de hermosos versos, Siete almas no da respuestas, pero enciende emociones.

No se la pierdan.

miércoles, 21 de enero de 2009

Tiro en la cabeza


Hoy mismo se estrena en Zaragoza, gracias a su Filmoteca, Tiro en la cabeza, tercera película de Jaime Rosales. Como ya he dicho en alguna ocasión, Zaragoza es ciudad parca en estrenos interesantes. Uno puede ver Guerra de novias en todas las salas de nuestra ciudad, pero jamás podrá disfrutar, ni en tan solo una sala, de títulos como Inland Empire o JCVD.

Tras la magistral Las horas del día, Jaime Rosales rizó el rizo con La soledad, ganando los ansiados premios Goya. Si ya me gustó este “cineasta que va a la suya” con su primera película, terminó de enamorarme con La soledad, pues llegué a verla dos veces y casi de seguido. Creo que Rosales es una de las voces más libres y personales de nuestro panorama cinematográfico nacional, uno de esos autores de pura cepa, a los que les importa un bledo la viabilidad temática o estética de sus propuestas. A quienes todavía no hayan visto ni Las horas del día ni La soledad les invito a ello desde estas líneas, pues ambas gozan de ediciones en DVD. Quienes, como yo, no hayan podido disfrutar de Tiro en la cabeza, tienen oportunidad de hacerlo en los siguientes pases, si mi información no está equivocada:

Miércoles 21 de enero: 20 horas.
Jueves 22 de enero: 22 horas.
Viernes 22 de enero: 22 horas.
Sábado 23 de enero: 18 horas.

Por si alguien no lo sabe, la Filmoteca está ubicada en el Palacio de los Morlanes y la entradica tan solo cuesta dos euros. La sala deja bastante que desear, y en ocasiones la proyección, pero eso es harina de otro costal a la que, a su debido tiempo, dedicaré su espacio.

martes, 20 de enero de 2009

La vida por delante


Se acerca ese momento en el cual tengo el enorme placer de conversar con Belén Vicente para todos ustedes y hete aquí que me encuentro en la disyuntiva. Tanto me gustó el libro de Alfredo Landa que ayer mismo recomendé en este blog que, lógicamente, estoy por volver a retrasar ese prometido especial acerca del cine de zombis.

Lo de la disyuntiva es algo que me gusta, pues siempre permite elegir: por la derecha o por la izquierda, dulce o salado, librico o peliculica… Lo de la elección es, siempre, una posibilidad maravillosa:

-¿Qué hacemos, nos quedamos aquí en casa o nos vamos al cine a ver Guerra de novias?

-¿Guerra de novias? ¿Y eso qué es? Mejor nos quedamos en casa viendo aquella de Fernán Gómez, sí, la de la pareja que se compra un piso y que no termina de salir adelante.

La vida por delante, película que hace tiempo homenajeara Antonio Muñoz Molina con uno de sus textos, tiene ya sus cincuenta añitos largos, pero cuenta casi los mismos problemas de la vida de hoy (esa que para muchos está siempre por delante, y que parece no llegar jamás, como una promesa de felicidad eternamente incumplida). La vida por delante es una elección perfecta para resolver la disyuntiva, para pasar cualquier tarde de la semana, sobre todo teniendo en cuenta que, en tanto en cuanto a otros asuntos se refiere, quizás, no se pueda elegir.

lunes, 19 de enero de 2009

Alfredo el Grande


Hay ocasiones en las que el cine resulta aburrido, pero que muy aburrido. Uno mira la cartelera, y nada de lo que se proyecta le convence. Pero, por fortuna, vive el “freaknéfilo” de muchos otros y maravillosos estimulantes, caso de los libros, que, en ocasiones, guardan evidente relación con el tema principal (que no único) de este blog de radiofónica filiación.

El pasado sábado, huyendo de las salas, me refugié en una librería y hete aquí que me encontré con nada más y nada menos que Alfredo Landa. No en persona sino en formato de papel. El libro en cuestión, sabiamente escrito por Marc Ordóñez (y luego explicaré el motivo) ya va por su segunda edición (y no me extraña). Su título es Alfredo el Grande: Landa lo cuenta todo.

Compré el libro y he de reconocer que lo leí durante una intensa tarde de domingo a lo largo de la cual mi novia me iba diciendo, de vez en cuando, que cuál era el motivo de no dejar tan abismada lectura. Pero, ¡caramba! ¿Dejarían ustedes colgando una conversación con un señor de la categoría de Alfredo Landa? Una de las singularidades de algunos libros es que sin duda son envidiables compañeros de tertulia. Leer Alfredo el Grande es como tomarte un café largo con el protagonista de títulos tan conocidos como No desearás al vecino del quinto, El crack o Los santos inocentes. La sabiduría de su escritor, Marc Ordóñez, radica en que se limita a transcribir lo que Landa recuerda de sus muchas y muchas vivencias, como si aquello fuera un monólogo delicioso, imitando su estilo conversacional. Poco a poco, el texto contesta a muchas de las preguntas que uno quisiera formular a Alfredo Landa.
Sus opiniones acerca del arte de la interpretación, divertidas (y no tan divertidas) anécdotas, ajustes de cuentas y demás zarandajas del discurrir de la vida intensa de uno de los actores más queridos del panorama cinematográfico español y, posiblemente, uno de los mejores actores del mundo (lo cual creo hemos defendido en alguna ocasión en nuestro programa).

Alfredo el Grande: Landa lo cuenta todo es un libro altamente recomendable. Pasa a engrosar, por méritos propios, la lista de biografías interesantísimas que, recientemente, se han ido publicando y que despejan incógnitas concernientes a cineastas tan nuestros como Jesús Franco, Luis García Berlanga o Pilar Miró.

jueves, 15 de enero de 2009

Cortes sin cortes


Personalmente, no me molestan en exceso los cortes publicitarios durante las películas. Sobre todo si ya las he disfrutado previamente en el cine y me han gustado, dado que los anuncios son una manera de demorar el placer, como si se saborea una esperada comida con lentitud. Además, los cortes publicitarios abren posibilidades tan maravillosas como preparar un café.

Algunas cadenas presumen de emitir películas sin cortes publicitarios, lo cual no deja de estar francamente bien, pues ya se sabe que el ritmo es una de las características de toda obra fílmica y autores de la talla de Federico Fellini aborrecían del pase de su obra a través de la televisión. Ahora bien, lo que resulta inconcebible es que se pase una película sin cortes publicitarios, por respetar la pureza de la obra, pero no se pase en su integridad. Ocurrió ayer mismo, con X-men 3. ¿Acaso no conocían los programadores de una conocida cadena que la última escena de la película tiene lugar tras los créditos finales? Quizás hubiera sido preferible poner algún que otro anuncio pero no mutilar despiadadamente la película. Qué se le va a hacer, es manía mía quedarme sentado en la butaca del cine hasta el final de la película, en ocasiones, hay sorpresas.

lunes, 12 de enero de 2009

Quarantine


El cine de miedo retorna en forma de, más que “remake”, hermano gemelo, con sus evidentes similitudes y singulares diferencias. Si el primer alumbramiento de este binomio oscuro fue bautizado como Rec, el segundo vástago obedece al nombre de Quarantine. Quizás lo más sencillo sería hacer una crítica al uso, utilizando el concepto de originalidad como rasero, pero estaríamos negando el festivo disfrute que esta réplica norteamericana produce durante su hora y media de duración. Si Rec es una estupenda película hecha por y para fans del género de terror, Quarantine puede interpretarse como una estupenda película hecha por y para fans de Rec y, por ende, también para fans del género de terror, de esos que estimamos una obra maestra como Psicosis pero tampoco nos tiramos de los pelos por su bastarda descendencia (y creo que van cuatro, si metemos en el saco el experimento de nuestro admirado Gus Van Sant). Nos nos engañemos, mientras esperamos el auténtico bombón que sin duda será Rec 2, lo de calmar la impaciencia con Quarantine es lo mejor que puede hacer todo buen “freaknéfilo” que se precie. La película se presta al entretenido juego de las diferencias y, si bien considero que es inferior al original hispánico (todo un clásico inmediato), sí que nos regala, a cambio de algo menos de humor, unas cuantas secuencias más de terror extremo. En Quarantine nos encontramos, ante todo, más zombis (y no solo humanos) y una mayor presencia de la terrible (y humana) amenaza exterior.

Si Rec tenía algo (y creo que tenía bastante) de video juego de horror en primera persona, Quarantine es como pasarse de nuevo toda la aventura, pero en un nivel de dificultad mayor. Obviamente, a pesar de que lo pasemos bien, no sorprende ni engancha tanto como la primera experiencia.

En resumidas cuentas, una película excelente que, sin lograr la fresca fuerza del original, aporta brillantes hallazgos al perturbador universo creado por Jaume Balagueró y Paco Plaza que John Erick Dowdle recrea con profesionalidad.

domingo, 11 de enero de 2009

Mi nombre es Harvey Milk


Y siguen llegándonos las películas con sabor a Óscar. Tras El intercambio (mi favorita, por el momento, junto con Gran Torino) nos llega la biográfica película del controvertido político Harvey Milk, con esa estética tan setentera (visualmente me recordó a Quadrophenia) que tan bien imita Gus Van Sant (al respecto de imitaciones, recuérdese su curiosa adaptación del clásico de Hitchcock: Psicosis).

Tras las herméticas, elegantes y sofisticadas Elephant, Last days y Paranoid Park (ésta última, aún inédita en España), Gus Van Sant retorna a un estilo de cine menos incómodo para el gran público, también menos personal, si bien no llega a los extremos de una de sus más populares y convencionales creaciones: El indomable Will Hunting. Si por algo Mi nombre es Harvey Milk puede resultar revulsiva (marca de fábrica del amigo Gus) no es por la perspectiva elegida a la hora de contar una historia (clave en títulos como los tres susodichos), sino más bien por la historia en sí y el tema, de rabiosa actualidad, que coloca sobre el tapete. Viendo Mi nombre es Harvey Milk, uno tiene la sensación de que las sociedades “avanzadas” siguen estancadas en el mismo debate dialéctico (y no dialéctico). Intolerancia frente a tolerancia. Quienes saben cuál es la verdad y quienes optan por abrazar su felicidad (quizás lo de equivocarse sea de sabios). Quienes creen estar en esa situación privilegiada que les permite guiar a la errada humanidad y quienes, desde la humildad (o incluso la humillación) no tienen a bien seguir esos marcados caminos. El bien, el mal, lo moral, lo inmoral, y, cómo no, ese sacro concepto de pecado son términos con siglos de tradición que, en ocasiones, sustentan segundas intenciones absolutamente falaces. Palabras que vertebran leyes que limitan la naturalidad de las cosas, envenenando la cordialidad de las relaciones humanas. Algunos tan solo pretenden reformularlas con el único propósito de mejorar el mundo, pero, como en el caso de Harvey Milk, acaban pagando sus imperdonables vicios, cuales, paradójicamente, mártires de la más ortodoxa tradición.

Sean Penn, como suele ser habitual en él, borda un papel que es perfecto para alzarse con la ansiada estatuilla, aunque, y este “freaknéfilo” sabe que es casi un sueño, me gustaría fuera entregada a Clint Eastwood por su papel en Gran Torino (si bien todos sabemos que sería premiar toda su carrera como actor).

viernes, 9 de enero de 2009

Monsieur Du Welz


Conocí a Fabrice du Welz en la última edición del festival de cine de Sitges. Había oído hablar muy bien de su primera película (Calvaire) y dichos comentarios habían despertado mi interés por Vinyan, su segundo largometraje, que se presentaba en dicho certamen. Sobre el escenario, Du Welz trató de parecer un tipo simpático, como si no quisiera tener que ver con esa imagen de creador europeo reflexivo y preocupado por el logro artístico antes que por su éxito y carrera económica. Escuchándole hablar, uno no se hacía a la idea del producto que el amigo Fabrice había facturado. Su rápido y simpaticón monólogo hubiera sido prefacio perfecto para Hostel 3 o Scream 12, pero no para el largometraje atmosférico y opresivo, casi carente de trama, en el que la mirada del cineasta da el toque de irrealidad preciso para que lo convencional adquiera la trascendencia de un poema malsano. La historia de una madre obsesionada por un hijo perdido tras la devastadora acción de un tsunami y su posterior búsqueda por la selva birmana es un mero pretexto para orquestar un alucinógeno descenso a los infiernos, con ritmo tan calmo como el del corazón a punto de pararse, ritmo del todo ajeno a productos cinematográficos más convencionales. Y es que la verdadera protagonista de Vinyan no es la por otra parte espléndida Emmanuelle Béart, sino esa floresta enigmática que Du Welz no se limita a fotografiar cual bello telón de fondo, sino que reconstruye a través de la magia de su cine dotándola de la fascinante fuerza de lo sublime. Vinyan no es una historia de horror al uso, como tampoco lo eran algunas de las películas gestadas por Luis Buñuel, Federico Fellini o Roman Polansky.

Hace pocos días retomé mi interés por este cineasta. Recuperé su película anterior y la vi de cabo a rabo con una sensación similar a la que me ocasionó el visionado de Oculto, la obra maestra de Michael Haneke. Una vez más, me encontré con un producto genérico totalmente distinto. Si bien algunos influjos son fácilmente rastreables, el curioso “freaknéfilo” que se anime a internarse en los tortuosos vericuetos que nos plantea monsieur Du Welz coincidirá conmigo en que Calvaire tiene personalidad propia, tal que Vinyan. De hecho, es como si ambas películas, a pesar de sus diferencias, formaran un enigmático díptico plagado de imágenes tan potentes como las del mejor cine de David Lynch, Lars von Trier o John Boorman.


Calvaire y Vinyan hablan de personajes que, a la búsqueda de algo, acaban perdidos en un perturbador cosmos tan identificable como ajeno. Un entorno que los terminará seduciendo, pues quizás el infierno no esté en los demás, sino que sean ellos mismos.

jueves, 8 de enero de 2009

Lo poco es mucho


¡Qué aburrida la temporada navideña cinematográfica! Tras la espléndida El intercambio, a este pobre “freaknéfilo” tan solo le ha quedado el consuelo de la nostalgia, viendo en televisión peliculones de los que amenizaban las turronescas fiestas años atrás: El Señor de los Anillos, Harry Potter... Acostumbrado a esperar los habituales estrenos de tan señaladas fechas me he tenido que conformar con títulos independientes como Estómago y casi he maldecido a los distribuidores de Quarentine, dado que la peliculita se estrena una vez finalizadas las vacaciones.

Sin duda, el momento más divertido de mis andanzas cinematográficas navideñas fue el trailer de Romanzo criminale, dado que los publicistas, en un alarde de cómica soberbia, han diseñado frases tan contundentes como “la película más importante desde El padrino, Scarface y Uno de los nuestros” (¡ahí es nada!). Sin embargo, a otros no les hace falta tanta fanfarria taxativa. Paseando, después de deleitarme con la mágica cabalgata real, por el pasaje Palafox (qué fantasmal lugar, por cierto) observé un cartel en el que destacaba un perfil (el de Clint Eastwood) y el título de su última película: Gran Torino.

A quienes ya han demostrado, con poco les sobra.

miércoles, 7 de enero de 2009

Habrá sorpresas

Año nuevo. Vida nueva. Comienza con estas breves líneas la andadura de este blog ligado a mi colaboración en Onda Cero Teruel (ese carpetovetónico espacio titulado El Freaknéfilo). Evidentemente, en este blog hablaremos de cine, y en muchas ocasiones recomendaré películas “freaknéfilas”, de las que tanto nos gustan a unos pocos. No obstante, no me limitaré a hablar exclusivamente de cine; de vez en cuando, zas, habrá sorpresas.

¡A ver hasta dónde llega esto!

¡Saludos, amigos!