domingo, 31 de enero de 2010

Invictus


El personaje de Matt Damon parece entender, visitando la celda de Nelson Mandela (espléndido Morgan Freeman) que, a pesar de las rejas, un hombre puede ser libre. Mientras confirmo, por enésima vez, que Clint Eastwood es un genio del cine, no puedo evitar recordar unos versos de nuestro Miguel de Unamuno: "Para el pájaro enjaulado, el canto es vuelo." Mandela, rodeado de libros y más libros en algunos de los planos de Invictus; fortalecido por esos versos que se oyen en algunos de los fragmentos del film, pues la poesía es maná de toda persona invencible, capaz de trascender la abyección, ningunear la bajeza abrazando ese estoicismo que conduce a la felicidad, al necesario optimismo del triunfador.


Creo que Invictus es algo más que una película acerca del poder del deporte (en este caso el rugby) para unir al pueblo, creo que es una película acerca del poder de la sabiduría.


A la chita callando, Eastwood factura una obra maestra del cine, conmovedora, a la altura de alguna de sus mejores obras: Cazador blanco, corazón negro, Los puentes de Madison o Million dolar baby.

lunes, 25 de enero de 2010

La herencia Valdemar



Ayer tocaba ver, de matinal, la última película de Paul Naschy: La herencia Valdemar. Acudí al cine con Isabel, que ya es una espectadora habitual de nuestro querido Sitges, y allí coincidimos con Javier Millán, con quien también nos vemos frecuentemente en dicho festival, el que otorga un premio que lleva el nombre del popular actor y donde este mismo año pudimos disfrutar del esperado trailer de esta arriesgada película. Recuerdo a José Luis Alemán, el director de La herencia Valdemar, muy nervioso, tartamudeando y chorreando sudor, acompañado por el elenco femenino de su ópera prima. Claro, tras ver La herencia Valdemar, uno llega a la conclusión de que a lo mejor el director, que es a su vez productor, de la película temía no recuperar la mastodóntica inversión de, si mal no recuerdo, ciento cincuenta millones de euros. ¡Uf!


Lo que me gusta de La herencia Valdemar es que es una película atípica, atrevida, en tanto en cuanto no sigue los parámetros actuales del cine de terror. Opta por plantear una trama con parsimonia, sin prisas, dejando que la acción vaya desarrollándose poco a poco. No es una película difícil de seguir, pero sí que exige estar atento y ser paciente, ir entrando poco a poco en el universo que su director (que tambnién es el guionista) plantea. Hay poco gore y poca acción, pero hay planos muy logrados, de una belleza clásica incontestable. No está rodada en video digital, sino en 35 mm., de ahí que la cámara se mueva poco; lo justo y necesario. Algunos personajes pueden chocarnos (en esta entrega aparecen Aleister Crowley y Bram Stoker), pero, claro, la ficción exige de la convención, de la predisposición para sacrificar la verosimilitud en aras de la diversión.


La película juega con dos tiempos. El actual y el pasado, y también sorprende que casi todo su metraje se centre en el siglo XIX. En el fondo, es un largo flash back, pero necesario para crear la atmósfera precisa. Lo que ocurre es que la película termina cuando uno espera que arranque, pero esto no es sino otra virtud, pues a uno le entran ganas de ver la continuación (ya saben que la película se ha rodado en dos partes, como Kill Bill), sobre todo, tras contemplar las atractivas imágenes del trailer inserto en los títulos de crédito finales. ¡Ay! Creo que hay que esperar hasta el verano...


Es decir, que esta película está muy pero que muy bien (a Isabel le encantó), pero puede no gustar por su atípica propuesta. Me complacería que fuera un tremendo éxito, no sólo para que José Luis Alemán recupere con creces la inversión sino también para que pueda venir a Sitges a presentarnos muchas otras películas, y sin ponerse nervioso.


No se la pierdan. Disfrútenla y disfruten del último trabajo como actor del gran Naschy.


sábado, 16 de enero de 2010

Sherlock Holmes

Si Arthur Conan Doyle levantara la cabeza a lo mejor aplaudía la última versión cinematográfica de su célebre personaje. Él mismo, harto de la fama que el detective de Baker Street le había propiciado, decidió deshacerse de él para, posteriormente, presionado por un público lector enfurecido, resucitarlo en la magistral El sabueso de los Baskerville (novela, por otra parte, ligada a una de esas leyendas negras que, de vez en cuando, nos brinda la literatura). La relación de Conan Doyle con Sherlock Holmes era de amor y odio. Sabido es que este oftalmólogo metido a escritor deseaba reconocimiento por otras de sus novelas, menos populares, como La compañía blanca o Sir Nigel. Así que a lo mejor le hubiera hecho gracia ver a Holmes cambiar la morfina por las brutales peleas en los bajos fondos londinenses que nos sirve Guy Ritchie en su trepidante última película.

No soy yo de los que se tiran de los pelos por las traiciones a ese concepto tan ambiguo del espíritu de los originales literarios. ¿Traicionó Terry Gilliam a Cervantes? ¿Peter Jackson a Tolkien? ¿Roger Corman a Poe? ¿Stuart Gordon a Lovecraft? Si, en este sentido, la traición existe, hay que buscar culpables muy anteriores a Guy Ritchie; de hecho, el cine ha popularizado una frase que no aparece en la versión de Ritchie y que jamás pronuncia Holmes en los originales de Conan Doyle: "Elemental, querido Watson." La película de Ritchie toma cosas de traidores anteriores, pues Holmes, junto con Drácula, es uno de esos personajes de la ficción literaria más veces aparecidos en una pantalla y, en consecuencia, maravillosamente traicionados. El Holmes de Ritchie puede recordar a La vida privada de Sherlock Holmes o a El secreto de la pirámide, si bien se aleja de la versión que Terence Fisher hizo de El perro de los Baskerville. La película de Guy Ritchie es al Sherlock Holmes de Conan Doyle lo que la película de Francis Coppola es al Drácula de Bram Stoker. Pura traición enriquecedora.


Guy Ritchie concibe un espectáculo audiovisual a la altura de los gustos estéticos del gran público actual. Una película de endiablado ritmo y alardes técnicos tan sofisticados que, en ocasiones, uno tiene la sensación de estar ante un videoclip (y no escribo esto con matiz peyorativo). Así las cosas, el Sherlock Holmes de Guy Ritchie es un ejemplo perfecto de vehículo de diversión, que refresca el personje de Conan Doyle, sirviéndolo en la bandeja que quizás apetecen las nuevas generaciones de cinéfilos y lectores.
No se la pierdan.


martes, 12 de enero de 2010

El cónsul de Sodoma


Me despido de Eric Romer acudiendo al mismo cine en el que disfruté algunas de sus últimas películas: Cuento de otoño, La inglesa y el duque, Triple agente. La polémica propuesta de Sigfrid Monleón acerca de parte de la vida de Jaime Gil de Biedma me propone un intenso viaje, no para el gusto de todos (como tampoco lo era el cine de Romer), que acepto encantado. Jordi Mollá se transfigura, inmenso, en esta pequeña gran película que trata de la decadencia, de la poesía, de la belleza, del arte y de la libertad. Cine valiente plagado de diálogos espléndidos que ficcionaliza el ambiente literario de una España convulsa en la que la palabra, como casi siempre, sirve de huida o de arrojadiza arma, sutil y elegante. Película no para el gusto de todos, como tampoco lo fue, lo es ni lo será, la poesía de Gil de Biedma; paradigma de tantos y tantos autores malditos para los que ni este ni aquel es ni fue su tiempo.


Conmovedora; una de esas películas imprescindibles que surgen, como por casualidad, de vez en cuando.

martes, 5 de enero de 2010

Lo mejor del 2009



¿Qué es lo que más me ha gustado del cine que he visto durante el 2009?


LAS TRES MEJORES


En primer lugar voy a citar las que para mí han sido las tres mejores películas del año. Son tres títulos arriesgados, que se apartan del cine convencional, facturadas por tres autores que no se someten a los intereses bienpensantes y complacientes de productores con intereses crematísticos que buscan al gran público, ése que habitualmente se ofende cuando el arte muestra la cara más visceral de la realidad, como si nuestro mundo fuera un angelical camino de rosas. En fin...


Enter the void (Gaspar Noé): todavía inédita en nuestras salas comerciales, pude verla en el Festival de Sitges. Enter the void es la nueva, impagable e impactante, obra maestra del autor de Irreversible. Cine de autor en estado puro, y duro, que se antoja uno de los ejercicios de etilo más complejos y arriesgados de los últimos años.


Anticristo (Lars von Trier): otro "enfant terrible" del cine europeo. Abucheada e idolatrada a partes iguales. A mí desde siempre me gusta Lars. Desde siempre.


Julia (Erick Zonca): Y otra película de otro de esos tipejos que se apartan de los sueños infantiloides. Un descenso a los infiernos protagonizado por una Tilda Swinton que lo da todo en el mejor papel de su vida. El amigo Zonca ha tardado casi diez años en llevar a cabo este proyecto desde su anterior joya: El pequeñó ladrón (1999).


Después de estas tres, a las que considero mejores del año, por encima de nacionalidades y demás tonterías, vamos a centrar la atención en las "spanish movies".


ESPAÑOLICAS


La que más me ha gustado de todas es Ágora (Alejandro Amenábar), seguida de Los abrazos rotos (la película que deberíamos haber enviado a los Oscar, sin duda). Rec 2 también me gustó mucho (ex aequo con la peli de Almodóvar y, en plan gamberrete, la hubiera enviado a los Oscar mucho antes que la de Trueba). Y tengo que reconocer que, a pesar de que no me guste el cine de Campanella, sí que disfruté de El secreto de sus ojos. Celda 211 no estaba nada mal, aunque antes me quedo con cualquiera de las tres que he citado en el primer apartado de este articulillo.


LAS TRES MEJORES (EN PLAN COMERCIAL)


Y ya para finalizar, cito mis tres películas favoritas de las hechas para el gran público: Paranormal activity (Oren Pelli), Avatar (James Cameron) y Gran Torino (Clint Eastwood).


Un buen año, sin duda.


lunes, 4 de enero de 2010

Avatar


Reescritura en clave siniestra de La sirenita, Avatar se constituye inusual historia de amor donde lo monstruoso es contemplado con esa exquisita sensibilidad de la que James Cameron ya había hecho gala para mostrar lo extraño. Los asfixiantes paraísos industriales han terminado por hacer del hombre un terminator violento que debe escapar de sí mismo, renegando de su naturaleza cruel, escapando a un entorno bucólico, épico lírico; realidad virtual en la que es posible recuperar el paraíso perdido.


Apuesta arriesgada y difícil, mucho menos comercial de lo que se preveía, Avatar se degusta como crítica en clave, feroz, a la especie humana, revestida con lujosa vestimenta en elaborado relieve. Insólito espectáculo audiovisual no carente de trascendencia y riqueza conceptual.


He de reconocer que su primer visionado me dejó estupefacto, terminando de enamorarme al acudir al cine por seguna vez (ambos pases, lógicamente, los disfruté en 3D). A pesar de las opiniones adversas, me atrevo a decir que Cameron ha facturado un clásico inmediato (como en tantas otras ocasiones), un fenómeno "mainstream" con una tremenda carga autoral que puede arrasar en la próxima ceremonia de los Oscars. Tiempo al tiempo.

domingo, 3 de enero de 2010

Enigma


Comienzo el año curioseando en la vida de un artista que siempre me ha fascinado: Michael Jackson. Descubro, gracias al pedazo de libro (cerca de mil paginicas) de J. Randy Taraborrelli, muchos detalles de la vida del mito. Posiblemente, el autor de Thriller viviera la paradoja de tenerlo todo y, a la par, sentir la terrible nada. Genio loco, músico y bailarín magistral, uno llega a la conclusión de que Michael Jackson es y será, ante todo, un enigma irrepetible; el insustituible Rey del Pop. ¿Para cuándo una película sobre él? Se admiten propuestas de director y actor.