martes, 1 de diciembre de 2009

El último abrazo




Mientras conducía camino de mi casa, escuchando la radio, me he enterado de que Paul Naschy (Jacinto Molina Álvarez) acababa de morir. Desde ese momento, el viaje se ha transformado en una circunstancia ideal para la evocación. He vuelto a verme de niño, en casa de mi abuelo, frente a las fantasmagóricas imágenes de La rebelión de las muertas, una película que me enamoró para siempre del cine fantástico. Sí, luego vinieron otras experiencias (La noche de Walpurgis, El retorno del hombre lobo, Los ojos azules de la muñeca rota...) porque yo debo buena parte de mi amor al cine a Paul Naschy y su rico universo cinematográfico.


El cine de Naschy me enseñó a saber mirar la realidad desde ese ámbito poético que se aparta de lo mundano. Toda visión sobre los acaeceres es mera interpretación y, por ende, la realidad es siempre enigmática, misteriosa, hermosa... Gracias a Naschy aprendí que la imaginación es una de las más poderosas potencias de la inteligecia humana, hasta el punto de que la mayor parte de respuestas que el ser humano ha dado (desde perspectivas artísticas o teóricas) se sustentan en el uso de la misma. Para mí, Naschy es un maestro, pues me introdujo desde niño en los neblinosos parajes de lo extraño e inusual.


Tardé algunos años en conocer al maestro en persona. Me topé con un hombre afable y enérgico; un conversador infatigable, extremadamente culto y con un tremendo sentido del humor. Recuerdo algunas veladas memorables, escuchando algunas de sus increíbles anécdotas. Naschy era muy humano, pues reía mucho, aunque también lloraba. Como a todos, la vida le dio algunos duros golpes, pero él era un auténtico hombre de acción; luchador infatigable, siempre ilusionado.


Desde hace ya más de diez años, su figura ha sido reivindicada, defendida, homenajeada, consagrada, tanto en España como en el extranjero. A dicha labor han contribuido intelectuales, cineastas, artistas y legiones de aficionados entre los que me cuento.


Desde aquí, un último abrazo bajo la luz de la luna llena.

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