domingo, 31 de mayo de 2009

Novelica (y peliculica) majica


Estos días me he adentrado curioso en el universo del fenómeno literario de moda. La primera parte de la trilogía Millennium se me ha antojado como una novela de Agatha Christie con elementos sórdidos, pero sin ese ánimo transgresor que yo esperaba encontrar. Trama policiaca al uso (hasta tenemos el crimen perpetrado en el seno de familia pudiente) con algún que otro detalle sexual escabroso (y no escabroso) para enganchar al público. Por si acaso la fórmula falla, Stieg Larsson incluye en la narración alguna que otra referencia esotérica (y van…). En resumidas cuentas, un cóctel que se me antoja traca sin fuerza, producto de un tipo tan listo para fabricar una novela puramente comercial como tan tonto para morirse antes de amasar dividendos. Espero que, cuan al menos, alguien cercano al autor disfrute de los millonarios derechos, pues de proseguir la trilogía ya se encargará quien sea, siempre que haya lectores (más o menos “gafapásticos”) dispuestos a invertir sus euros en este tipo de zancochos.


La película es tan buena (o mala, según se mire) como la novela. Belleza sin alma. Pura broma descafeinada para saborear con el “colesterolero” deleite de una ingesta de “fast food”.

lunes, 18 de mayo de 2009

Martyrs


Tras bombardear mi mente con dos petardazos insufribles que llevan por título The international y La sombra del poder, este pobre “freaknéfilo” tuvo que resarcirse de sus espirituales heridas viendo por segunda vez la magnífica película de Pascal Laugier: Martyrs. Sí, ya sé que la película no se ha estrenado todavía, pero Internet facilita maravillosas posibilidades culturales que, paradójicamente, el Ministerio de Cultura pretende erradicar (pero eso es harina de otro costal). Martyrs, segunda incursión en los resbaladizos terrenos del “fantastique” del creador de Saint Ange, es un aluvión de impactantes imágenes, un poema en verso libre y sin rima vertebrado por el pálpito de lo trágico. La sensible belleza de esta joya de la cinematografía europea surge de la radical manipulación de elementos, sin concesiones al gran público, que Laugier lleva a cabo. Del paroxismo de Martyrs surge la trascendencia y, por ende, la incómoda caricia de la catarsis. Martyrs no resulta grata porque destila dolor (no físico sino espiritual) y contagia de tristeza al respetable, pero todos sabemos que lo más hermoso no resulta bello sino sublime.


No se la pierdan.

viernes, 15 de mayo de 2009

Coleccionando


Ayer me llegó por fin mi primera compra a través de eBay. Para los curiosos, diré que se trataba de una copia del clásico videojuego de la Capcom: Resident evil 2. Sí, lo presté a alguien en cierta ocasión y nunca más supe de él, así que he tenido, años después y tras estar descatalogado, que volver a comprarlo.


Aún recuerdo cuando el coleccionismo quedaba ligado a anuncios en revistas especializadas (y los posteriores carteos) o a patearse rastrillos, videoclubes, librerías de ocasión y demás. Entre mis piezas “frikis” conservo la copia pirata de Nekromantik, en VHS, procedente de Alemania y sin subtítulos; o la camiseta de su segunda parte, enviada, tras meses de espera y el desembolso de una considerable cantidad, por el propio Jörg Buttgereit. Uno podía tardar meses en conseguir la casi prohibida saga de Guinea pig, una copia de Saviour of the soul o incluso la codiciada segunda película del hoy oscarizado Peter Jackson (Meet the febles), raptada de la mesa de edición (con los marcadores de tiempo en la parte superior). Y qué decir de algunas de las inencontrables películas de Paul Naschy, que ni él mismo conservaba y que los aficionados le mostrábamos como para darle envidia. Hoy, el coleccionismo ha perdido parte de su magia, la labor arqueológica de búsqueda se limita en ocasiones a ser un buen rastreador internaútico, pero, cuando el codiciado objeto nos llega, sigue ilusionándonos.


Por cierto, ¿alguien sabe cómo conseguir la entrega apócrifa de La matanza de Texas? Llevo años tras ella.

jueves, 14 de mayo de 2009

Huella



Una noche de la semana pasada, navegando a través de los latosos canales que nos ofrece la televisión, descubrí complacido que Cuatro estaba emitiendo Imprint (Huella), magistral pieza de culto dirigida por Takashi Miike, uno de los más interesantes creadores audiovisuales de nuestra actualidad. El telefilme ya había comenzado, pero bastó tan solo un plano para que recordara los buenos momentos que me hizo pasar la serie a la que pertenece: Masters of horror.


El cine de Takashi Miike es fácilmente reconocible, pues su belleza es provocativa, como una reformulación decadente de la elegancia de Kurosawa y Ozu. El cine de Miike se inscribe en la poética de lo monstruoso, en aquello que se aparta con fascinadora naturalidad de los cauces manidos de la ortodoxia. La ingente obra cinematográfica de este compulsivo creador japonés posibilita una realidad diferente, contestataria, incómoda para los paladines de lo correcto. Miike no reproduce modelos estéticos y narrativos impuestos por repetición; su obra es un soplo de aire fresco que actúa cual aliento de dragón, demoledor. No es por tanto de extrañar que Imprint (Huella) tuviera graves problemas de distribución, sufriendo censura en algunas cadenas televisivas de nuestras avanzadas sociedades democráticas.

sábado, 9 de mayo de 2009

Haciendo el "trekkie"


A pesar de mi afición al género fantástico, nunca he sido un fiel seguidor de Star Trek, quizás porque vi la primera película rodada para cine siendo niño y creyendo que aquello sería como La guerra de las galaxias (me ocurrió algo similar la primera vez que vi 2001: una odisea espacial). Aquello, sin llegar a la metafísica kubrickiana, era ciencia ficción para adultos, donde el diálogo y el concepto primaban sobre la acción. A pesar de haber estado en alguna convención sobre la saga y haber visto la mayor parte de largometrajes (aunque de manera desordenada, rescatándolos a través de la televisión), he asistido a la proyección de la última entrega algo confundido (pues no conozco bien el fascinante universo “trekkie”). Lo mejor ha sido el asesoramiento de José Ángel, un amigo que también ha venido al cine y que, de repente, nos ha sorprendido declarándose fan de la saga y demostrando su buen conocimiento de la materia (incluso recitando de memoria fragmentos de la serie original, y en inglés). ¡Ahí es nada! Lo bueno que tiene conocer a amigos que saben de las cosas es que te contagian su entusiasmo, por lo que ya tengo el eMule descargando el material que me ha recomendado y ensayando frente al espejo el conocido saludo (que hoy he conseguido hacer bien por vez primera).


Por cierto, la película, precuela de la primera serie, me ha gustado mucho. Un largometraje estupendo tanto para los buenos conocedores de Star Trek como para los que se comiencen a interesar por el asunto.

viernes, 8 de mayo de 2009

Recuerdos inesperados


Navegar por Internet se transforma, en ocasiones, en una inesperada visita a los abismos de la memoria. Uno escribe una palabra y, mágicamente, descubre que existe una casual relación con un hecho de su vida que creía perdido.


Alcahueteando por vez primera en eBay he descubierto que uno puede adquirir la colección completa de la revista Creepy por una módica cantidad. Qué bien lo pasé localizando, con mi padre, aquellos ochenta números que, cual tesoro, conservo. Todos los domingos por la mañana íbamos al rastro del Mercado Central, ubicado posteriormente en las inmediaciones de la plaza de toros. ¡Cuánto debo a Richard Corben, Bernie Wrightson, Sánchez Abulí y Jordi Bernet y tantos y tantos otros!

jueves, 7 de mayo de 2009

Cuenta atrás


Lo de Rec 2 es puro fenómeno fan. Una de esas películas que se esperan con ansias, como Star Wars o The Matrix. ¿Trilogía al canto? Por el momento podemos comenzar a hacer la cuenta atrás gracias a la inquietante página recientemente habilitada: http://www.rec2lapelicula.com/ Si mis cálculos no fallan, imagino que la película se estrenará en el Festival de Sitges. Allí estaremos para pasarlo de miedo y, de paso, informar.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Lobezno


Maravillosa, enérgica y entretenida película de superhéroes y supervillanos, Lobezno lleva su discurso neocárnico, apto para todos los públicos, un paso más allá que las comedidas tres partes a las que sirve de secuela. Tras Lobezno subyace el Tetsuo de Tsukamoto sin sus complejos apocalípticos, o los monstruos de Cronenberg sin su dolorosa carga de filosofía existencial. La película rezuma la alegría de una orgía sin cargos de conciencia, donde la carne se expande más allá de toda posibilidad, abrazando incluso el metal más duro por el mero placer de la venganza extrema. El universo Marvel se intuye sustituto de mitologías ancianas, renovador de las insólitas ansias mesiánicas de esta sociedad, la nuestra, quizás abocada a esos abismos de decadencia de los que surgirá el titán.


¡Fruncid el ceño y apretad los puños, a lo mejor aparecen las garras!

lunes, 4 de mayo de 2009

Déjame entrar



“Déjame entrar”. Más o menos era esto lo que decía Chris Sarandon en Noche de miedo, aquella vampírica comedia negra en la que yo (e imagino que muchos otros aficionados) descubrí que una de las normas para que el vampiro penetrara en el hogar era invitarlo a pasar. Pero la reciente propuesta del realizador sueco Tomas Alfredson queda muy lejos de aquella entretenida película de Tom Holland. Déjame entrar es a Noche de miedo lo que Henry: retrato de un asesino es al Scream de Wes Craven. Y llega, además, en un oportuno momento, dando una visión mucho más poética y desgarrada de un mito, el del vampirismo, que se edulcora por momentos con crepusculares fanfarrias púberes. No nos engañemos, Déjame entrar pertenece a ese maravilloso universo fantástico que se aleja sabiamente de los convencionalismos de Hollywood, factoría capitalista hasta la aberración, capaz de generar incluso códigos éticos de representación del horror. Menos mal que todavía hay corazones de artistas en donde germinan las semillas de aquellas flores del mal que otrora compusiera Baudelaire.

Sobrio ejercicio de estilo donde el cuidado encuadre y el ritmo mortecino se imponen al frenesí de lo vacuo, Déjame entrar busca subyugar con un discurso en donde la sangre vuelve a ejercer su fascinante poder de seducción, en donde la violencia trasciende alcanzando cimas de lírica belleza.

Desde La adicción de Abel Ferrara, Déjame entrar es una de las mejores películas de vampiros rodadas, a la altura del Cronos de Guillermo del Toro o del Drácula de Coppola. Una tan delicada como incómoda obra maestra que merece un puesto de cierta importancia en la historia del género.

domingo, 3 de mayo de 2009

Monstruos contra alienígenas


El gorila ataca (hoy por hoy toda una “cult movie”) fue la primera película que vi en tres dimensiones. El momento en el que aquel oriental émulo de King Kong, desde la cima de una montaña, arrojaba enormes rocas que parecían salir de la pantalla, quedó marcado a fuego en mi retina, configurando ese imaginario carpetovetónico que siempre navega por mi mente. Han pasado muchos años desde que disfruté de aquella gran película y, hoy por hoy, cuando la ciencia ficción es muy seria y muy cara y cuando nos hemos acostumbrado a que todo sea mucho más sofisticado que aquel pobre mono de trapo en decorados de cartón piedra uno se complace al comprobar que la última fantasía en 3D es deudora de la entrañable tradición a la que pertenece; pues Monstruos contra alienígenas es puro pastiche de referencias cinematográficas servido con ese pulso ultrasónico que algunos creen debe tener el cine del siglo XXI. Tras tamaña mascarada infográfica late el pulso de clásicos de los años 50 como El ataque de la mujer de 50 pies, The blob, Godzilla, La mosca o El monstruo de la Laguna Negra. Así, al igual que El gorila ataca evocaba de manera directa sus referentes y consiguió enamorarme todavía un poco más del cine fantástico, Monstruos contra alienígenas despertará los tiernos corazones de esos futuros cinéfilos que descubrirán que la pantalla puede ser una ventana abierta a maravillosas posibilidades, una manera de representar lo que escapa de los manidos terrenos de lo convencional. Aquellas piedras que lanzaba mi querido mono de trapo materializaban la protesta de lo diferente ante lo normativo, reivindicaban la poética trágica de lo extraordinario, de esos monstruos que viven entre nosotros y para los que no somos sino alienígenas.