miércoles, 3 de junio de 2009

El tío Tobe


Tras disfrutar esta misma tarde , y por enésima vez, del clásico de Tobe Hooper, La matanza de Texas (en esta ocasión, con los ansiados audiocomentarios) tengo a bien reproducir aquí un artículo que dediqué a este director por el que siempre he sentido admiración pero también simpatía: mi querido tío Tobe. ¡Vamos a ello!

¿Es Tobe Hooper un maestro del horror? ¿Pueden ser calificados de maestros todos los directores seleccionados para dirigir algún episodio de la saga para la que Hooper ha realizado uno de sus últimos trabajos: Masters of horror? ¿Acaso no tienen aún que demostrar su valía directores como Rob Schmidt, Lucky McKee o Brad Anderson? Sí que es cierto que los tres tienen en su haber una buena película de género, Km. 666 (Schmidt), May (Lucky McKee) y The machinist (Brad Anderson), pero, indudablemente, ninguna es un icono del calibre de La noche de los muertos vivientes (de Romero, quien no ha dirigido capítulo alguno para Masters of horror), Pesadilla en Elm Street (de Craven, que tampoco ha trabajado en la serie) o Videodrome (de Cronenberg, que no ha prestado servicio alguno ni en la primera ni en la segunda temporada). Indudablemente, nadie puede negar el calificativo de maestro del horror a Dario Argento, John Carpenter o Stuart Gordon, y creo que es juicioso colocar a su lado al prolífico Takashi Miike. Ahora bien, ¿todas las películas de estos autores son excepcionales? Evidentemente, no. En toda filmografía existen mejores y peores películas, o títulos que nos agradan más o menos por un motivo u otro. En el caso de Argento, ni Non ho sonno (titulada Insomnio en España) ni Ti piace Hitchcok? (inédita en nuestro país) están a la altura de Rojo oscuro, Inferno o Suspiria (tres impagables obras maestras que elevan a Argento a la categoría de autor), pero lo que nadie puede negar es que Argento ha permanecido fiel, siempre, al género, y títulos como El jugador, El síndrome de Stendhal o El fantasma de la ópera tienen un nivel más que aceptable, por no hablar de las magníficas Tenebre, Phenomena o El pájaro de las plumas de cristal. Por su parte, John Carpenter marca un antes y un después en el cine de terror con Halloween, creando un subgénero (el “slasher”) y un personaje mítico (Michael Myers), y solo por eso debería ya ser tenido en cuenta. Pero Carpenter tiene en su haber más clásicos del género como La niebla o La cosa, y, al igual que su amigo Argento, siempre ha permanecido fiel al género (1997: rescate en Nueva York, Christine, El príncipe de las tinieblas, Están vivos, En la boca del miedo, Vampiros, Fantasmas de Marte…). Stuart Gordon impactó con Re-Animator, a la que siguió la no menos interesante From Beyond (titulada Re-Sonator en España), dos adaptaciones libérrimas de su admirado H.P. Lovecraft, cuya literatura sutil y sugerente fue transformada en un divertido festín sanguinolento y disparatado. Pero Gordon, reinventando o no a Lovecraft, ha permanecido fiel al género, con mayor o menor fortuna, tal y como demuestran Fortaleza infernal o Space truckers (dos buenas películas), así como su Dagón (bodrio infumable, en el que vuelve a lovecraftiano terreno, que algunos aficionados sobrevaloran inexplicablemente) y su Daughter of darkness (otro fiasco, a pesar de que contara con la presencia de Anthony Perkins). Pero en los últimos años, Gordon ha brindado dos joyas, si bien más cercanas al cine negro que al terror, aunque no carentes de elementos morbosos y violentos: King of the ants y Edmond (dos títulos que os recomiendo fervientemente y que podéis conseguir en DVD). ¿Y qué decir de Takashi Miike? Quienes sigan de cerca a este creador impagable habrán descubierto a uno de los cineastas más originales, extremos, elegantes, radicales, sobrios, enloquecidos y contenidos (todo a la vez o por separado) de los últimos años. Miike es capaz de reinventarse a sí mismo a cada nuevo título (sea trabajo para cine, televisión o video, con más o menos presupuesto), sin perder jamás ese personal sello que imprime a cada uno de sus inclasificables trabajos. Audition, Dead or alive, Gozu, Deadly outlaw rekka, Izo, Visitor Q, La felicidad de los Katakuris, Zebraman, Yokai daisenso, Ichi the killer son algunos títulos de una amplia filmografía que no dejará indiferente a nadie.

Dicho esto, retomamos la pregunta: ¿Es Tobe Hooper un “master of horror”? Indudablemente, sí. Hooper, como es sabido, irrumpió en los años 70 con un clásico incuestionable: La matanza de Texas (1974). Tres años después, el director siguió en el camino de la serie B, fiel a las atmósferas insanas, los parajes decrépitos y los asesinos delirantes. El resultado, Eaten alive (también conocida como Death trap), una especie de puesta a punto del psicosis de Hitchcock (motel incluido) que no daba la espalda a la moda de las bestias carnívoras (un cocodrilo enorme hacía de las suyas, siguiendo la estela del Tiburón spielbergiano en clave “trash”). El resultado de tan carpetovetónico popurrí es, sin duda, inferior a su clásico anterior, y ya anuncia lo que va a ser una constante en el cine del tío Tobe: la irregularidad.

Dos años después, tras ser reemplazado por John Bud Cardos en The dark, Hooper va a adaptar, magistralmente, una de las novela de Stephen King: El misterio de Salem Slot (1979). Su versión, muy superior a la que recientemente se ha realizado (perpetrada por Mikael Salomón) contiene algunos de los momentos más escalofriantes de la historia de la televisión (¿quién no recuerda el niño vampiro en la ventana, rascando el cristal, flotando en tenebrosas brumas?), siendo remontada en España (aquí somos un poco diferentes) y estrenada en cine con el título de Phantasma II (se pretendía utilizar el enorme éxito que Don Coscarelli había cosechado con su Phantasma). El caso es que Hooper gozaba de buena salud, hecho que va a confirmar dirigiendo una serie de películas espléndidas, de estilos diferentes, afines todas ellas al género. Me estoy refiriendo a Funhouse (que vuelve a los terrenos de La matanza de Texas y Eaten alive), Poltergueist (obra maestra producida por Steven Spielberg), Lifeforce (impagable actualización del género vampírico).

Si Funhouse era una película de serie B, con Poltergueist (1982) Hooper va a dar el salto al cine de alto presupuesto. Steven Spielberg va a ser su mentor y, si bien la relación que mantuvieron entre ellos siempre ha provocado innumerables chascarrillos (hay quienes afirman que la película está dirigida por el propio Spielberg), Hooper es quien aparece acreditado como director y él jamás ha contribuido a esa especie de leyenda negra que trata de las desavenencias entre ambos creadores (de hecho, no es su única colaboración con el tío Steve). Sea como sea, Poltergueist impactó a los espectadores que acudían a las salas, constituyéndose en clásico inmediato. Tras ello, Hooper pasó a trabajar para la Canon. Su primer trabajo, Lifeforce (1985), es de los mejores de su filmografía. Vista hoy, el aficionado descubrirá que algunas de sus escenas han influido de manera decisiva en clásicos recientes como 28 días después o El amanecer de los muertos. Resulta inolvidable la sensación de caos y desenfreno de sus escenas finales (con un Londres totalmente tomado por los vampiros), así como el erotismo que destilan algunos de sus planos (¿quién no recuerda a la escultural Matilda May paseando su desnudez por los pasillos de la base científica, iluminada por la luz de la luna?) y su inquietante comienzo, a medio camino entre el Alien de Ridley Scott y las propuestas vampíricas del universo Hammer.

Si, en el fondo, Lifeforce era una impactante puesta a punto de las películas de invasores alienígenas de los años 50 (recuérdese La invasión de los ladrones de cuerpos o La guerra de los mundos), Hooper va a rodar, justo a continuación, el “remake” de un pequeño clásico de 1953: Invasores de Marte. Invasores de Marte (1986) es una película divertida, a la que se la ha calificado injustamente de bodrio en más de una ocasión, posiblemente porque el fenómeno del “remake” todavía no gozaba de la naturalidad, e incluso el prestigio, de hoy. En su momento, rodar una película prácticamente idéntica al original debía de tener su importante margen de aventura y riesgo y, si bien no es una película a la altura de Poltergueist o Lifeforce, vista hoy en día mantiene bien el tipo, y trae a la memoria experimentos muy posteriores como el Psicosis de Gus van Sant. Para algunos aficionados, con Invasores de Marte comienza el declive del tío Tobe. Hay quienes afirman que tras Poltergueist ya no ha logrado una película de altura. Yo sin embargo siempre he defendido La matanza de Texas 2 (1986), que continuaba las andanzas de la familia caníbal de la película del 74. Hooper retornaba al desquiciado ambiente en el que tan cómodo parecía sentirse al comienzo de su filmografía, y regalaba al aficionado un festín desprejuiciado y salvaje, directo, que contenía toda la sangre que no aparecía, quizás por falta de presupuesto, en su predecesora. Los efectos especiales, magistrales, obra del gran Tom Savini contribuyen a lograr esos momentos de gran impacto que ya son historia del “gore”. Nunca he entendido porque a La matanza de Texas 2 se la recibió de tan nefasta manera, relegándola al baúl de los bodrios. Incluso a fecha de hoy, cuando el tiempo parece haberla colocado en el muy digno lugar que merece, hay quienes siguen manteniendo que la tercera parte de la saga (dirigida por Jeff Burr y mutiladísima en la sala de montaje) es mejor que la continuación perpetrada por el mismo Hooper. A posteriori llegarían la versión de Kim Henkel (La matanza de Texas: La nueva generación) y la versión actual y su precuela (producidas por Michael Bay y coproducidas por el propio Hooper), pero esa es ya otra historia de la que hablaremos en otra ocasión.

Tras esta gran película, es cuando, a mi entender, comienza el declive del tío Tobe, y no voy a entrar en dirimir si ha tenido o no problemas con las drogas, pues ya se sabe que el mundillo del cine y la rumorología están muy unidos. Es decir, que desconozco los motivos que hacen que el tío Tobe, desde La matanza de Texas 2, no termine de levantar cabeza; pero, al mismo tiempo, esa especie de intento constante por volver a lograr una película redonda, siempre fiel al género, despiertan mi simpatía por Hooper. No sé porqué, pero este hombre me cae muy bien y siempre estoy pendiente de todo lo que va haciendo. Cada vez que consigo lo último de Tobe Hooper lo degusto con un ansia especial y reconozco que, si bien no ha vuelto a rodar un título a la altura de Lifeforce o Funhouse, su filmografía posterior a La matanza de Texas 2 está plagada de buenos momentos o, cuan al menos, buenas intenciones.

En 1987, tras el retorno a las atmósferas cárnicas de la familia texana, Hooper comienza a trabajar cada vez más en televisión. Rueda Miss Stardust para Amazing Stories (es decir, para la factoría Spielberg, de nuevo) y No place like home para The Equalizer, serie de acción detectivesca. Si ambos trabajos no están nada mal, Hooper va a rodar el primero de sus bodrios para Las pesadillas de Freddy. Concretamente, en sus manos va a caer la dirección de un episodio que muchos “fans” esperaban, aquel que cuenta las fechorías de Fred Krueguer y su linchamiento, a manos de los padres de sus víctimas en Elm Street, antes de pasar a ser un asesino sobrenatural. Con guión de Rhet Topham, No more Mr. Nice Guy malogra uno de los momentos que podían haber pasado a formar parte de la mitología del más reciente cine de terror. Lo único a tener en cuenta es que el episodio en cuestión va a favorecer la relación entre Tobe Hooper y Robert Englund, quienes trabajaran, a posteriori, en algún título más interesante.

Tras semejante fiasco, Hooper vuelve al mundo del cine con Combustión espontánea. La película poco tiene que ver con su filmografía anterior. El esperado retorno a la gran pantalla deja totalmente indiferente al respetable. Si bien no estamos ante una mala película, Combustión espontánea no nos devuelve al Hooper de Lifeforce, ni tan siquiera al de tan denostada por algunos La matanza de Texas 2. Lejos de la espectacularidad de algunas de sus propuestas anteriores, la película se disfruta más como telefilme resultón que como producto cinematográfico de altura. Corre el año 1990 y, posiblemente, Combustión espontánea hubiera tenido mucha mayor fortuna como película de finales de los 70 o principios de los 80, si bien el tema elegido por Hooper (el popularizado fenómeno por el que un cuerpo humano se carboniza sin aparente motivo) no ha sido excesivamente tratado por el cine.

Posiblemente, la naturaleza televisiva de Combustión espontánea se deba a los trabajos que mantienen ocupado al director a principios de los 90. Del mismo año que su película para cine es un telefilme de corte fantástico que fue editado en España en video, protagonizado por Madchen Amick, y que cuenta con la colaboración, motivo publicitario en su momento, de Anthony Perkins (¡ahí es nada!). I’m dangerous tonight, título original de la peliculilla (no recuerdo el título de su versión española, directa a video) es una curiosidad para quienes gusten de completar filmografías, un trabajo menor, que no del todo despreciable, que tan solo presenta un problema: la impersonalidad tanto de su propuesta como de su realización. Similar es lo que ocurre con Haunted lives: True ghost stories, otro correcto telefilme de género, perfectamente olvidable. Si en I’m dangerous tonight disfrutábamos de la presencia de Perkins, Haunted lives está protagonizada por Leonard Nimoy, lo que no deja de resultar curioso. Mejor fortuna la de Dead wait, episodio de Hooper para la magnífica serie Tales from the crypt, protagonizado por Whoopi Goldberg y John Rhys-Davies, de la que pudimos disfrutar en España, hace años, gracias a Telecinco (si mal no recuerdo, los episodios eran emitidos durante el verano del 92, a altas horas de la madrugada). No obstante, con Dead wait, Hooper sigue inmerso en el mundillo televisivo, volviendo de nuevo al cine dos años después.

Así las cosas, en 1993 va a ver la luz Night terrors (editada en video en España con el título de Terror sin fin), un proyecto que mantuvo a Hooper entusiasmado, del que llevaba hablando bastante tiempo, pero cuyo resultado, finalmente, va a estar muy alejado de las expectativas creadas. Llevar una película adelante es un proceso sumamente complejo en el que intervienen muchos factores que pervierten las intenciones del director. Al parecer, las ideas que Hooper deseaba desarrollar en Night terrors, película inspirada en la figura y la literatura del Marqués de Sade (interpretado por Robert Englund), quedaron frustradas en su mayoría, por lo que el resultado final se antoja un delirante caos de intencionalidades ambiguas; una película absurda y fallida, de las peores de la filmografía del tío Tobe. Lástima.

Afortunadamente, con Body bags (1993), Hooper se recupera levemente de su paulatino descenso hacia los infiernos de la nulidad creativa. Quien tuvo retuvo y el maestro factura uno de los tres segmentos de la espléndida Body bags (los otros dos están dirigidos por John Carpenter). A pesar de ser, de nuevo, un trabajo para televisión, Eye (el último de los tres segmentos) es una puesta al día de Las manos de Orlac, si bien el elemento a trasplantar, en esta ocasión, es un ojo. Lógicamente, el ojo en cuestión, de desagradable procedencia, ocasionará serios problemas al protagonista de la película. Ante todo, Eye se aleja de ser un producto ambicioso; es una película sencilla y honesta que nos devuelve no al genio pero sí al buen profesional, tal y como ocurre en The mangler (1995), su siguiente película (de nuevo para cine), adaptación de un relato de Stephen King protagonizado por una lavadora asesina (de nuevo con Robert Englund como protagonista) que se degusta como un pasatiempo correcto que nada tiene que ver con la genialidad de Poltergueist, Lifeforce o La matanza de Texas. Pero The mangler no obtuvo buenas críticas y tampoco fue bien recibida por el público. Por ello, Hooper se veía nuevamente abocado a sobrevivir en el ente televisivo, lo cual tampoco está nada mal. ¿No creen? Así las cosas, entre 1995 y el 2000, el creador de Funhouse dirigirá numerosos episodios para las series Nowhere man, Dark skies, Perversions of science y The others. Durante cinco años, los “fans” de Tobe Hooper, entre los que, como creo que ha quedado claro, me cuento, estuvimos esperando su retorno a la gran pantalla.

¿Sería posible que acabara ahí el periplo cinematográfico de un tipo que había comenzado su carrera con un clásico inmediato, y que había continuado durante bastantes años manteniendo un nivel envidiable? ¿Qué le había pasado al padre de Leatherface y Pumpinkhead? ¿Sería posible que los productores hubieran perdido la confianza en alguien de su categoría? En el 2000 llegó la anhelada respuesta. Tras The apartament complex (un entretenido telefilme de 1999 que fue editado en video en España con el título de Apartamento maldito) Tobe Hooper estrenaba Cocodrilo. Lamentablemente, Hooper no ofrecía la obra maestra que ansiábamos. De nuevo, se limitana a facturar una película de mero entretenimiento, en la que una enorme bestia asesina (la que da título, lógicamente, a la película) causa el terror entre una cuadrilla de excursionistas jovenzanos. Si bien es cierto que los asuntos cocodrileros ya habían sido tratados por Hooper en Eaten alive, y que la película presenta algunos toques aislados que recuerdan el universo de La matanza de Texas, Cocodrilo es una película del montón, una elección perfecta para alquilar en el videoclub y pasar una tarde. Si bien no es tan fallida como el reciente Primeval (2007) de Michael Katleman (película que no fue estrenada en nuestra querida Zaragoza, por cierto), no resulta tan atractiva como Mandíbulas (Steve Miner,1999), y sus efectos especiales, digitales, recuerdan alarmantemente a los gráficos de la Playstation. Así que, de nuevo, el tío Tobe tenía que volver al medio televisivo, rodando capítulos para series como Night visions y Taken.

No obstante, yo seguía esperando su siguiente película. Este hombre me cae francamente bien. Tiene cara de ser un buen tipo y siempre se ha mantenido fiel al género. Además, en su filmografía tiene unas cuantas películas de mis favoritas. Lo que más me gusta de Hooper es su incansable capacidad de insistencia y, hoy por hoy, me cautivan mucho más las películas menos conseguidas de su madurez que las logradas joyas de su juventud. Las últimas películas de Tobe Hooper son como esas mujeres tan prometedoras que poco a poco nos defraudan, por las que traicionamos a la novia perfecta. Una fatal tentación en la que merece la pena caer. Tras el arrepentimiento, siempre lo intentamos de nuevo, cuales pecadores compulsivos, pues quizás tan solo nos interesen los buenos recuerdos de las malas vivencias. Así las cosas, en el 2004 Hooper va a realizar Toolbox murders, versión libre de un título anterior, estrenado en España como El asesino de la caja de herramientas (la versión de Hooper se estrenó como La masacre de Toolbox, si bien Toolbox no es ningún lugar, sino una caja de herramientas).

Toolbox murders fue una de las últimas películas que vi en el extinto cine Mola. Recuerdo que fue en un primer pase, el primero del día del estreno, y tan solo estábamos dos personas en la sala. Yo, que suelo ponerme en primeras filas, y un vagabundo y todos sus utensilios (bolsas repletas de extraños objetos incluidas) al fondo. El que Toolbox murders tan solo llamara la atención de dos espectadores en una ciudad tan cinematográfica como Zaragoza decía muy poco a favor de Tobe Hooper, o quizás decía muy poco a favor de tan cinematográfica ciudad. Aunque tan solo fuera porque era la última obra del autor de La matanza de Texas, el Mola debería de haber estado lleno. Pura lógica. En España, país en el que la exhibición deja mucho que desear, desde Invasores de Marte (1986), los distribuidores no habían estrenado en cine ninguna película de Hooper, ni siquiera La matanza de Texas 2, que había salido directa a video. Aquello era una gran oportunidad para los espectadores, y más tratándose de una ciudad como Zaragoza, en donde la distribución aún deja más que desear si nos comparamos con otras ciudades (y no me estoy refiriendo a grandes urbes). Pero, la realidad es la realidad, y tan solo estábamos dos en la sala (luego nos quejaremos, en plan cultureta, de que nos cierran los cines y de que tan solo podemos ver la película de turno en todas las salas de la ciudad). Pero esa es otra historia.

Toolbox murders no me gustó demasiado, pero dejó en mí esa sensación que se siente al despertar de un sueño extraño, como si de una pesadilla de lo más bizarra se tratara. Esperaba algo muy distinto y al condicionarme no terminé de darme cuenta de que aquellas imágenes destilaban maestría. Afortunadamente, esa sensación de la que hablo me hizo comprar la película en DVD en cuanto fue editada (poco tiempo después) y fue entonces cuanto descubrí que si bien Toolbox murders no era una película tan perfecta como Funhouse, sí que devolvía al Hooper de la primera época. En Toolbox murders hay mucho de ese infernal universo, en donde el miedo es carne y cadáver, que Hooper concibió en esa primera etapa de su filmografía. El horror se alberga en el interior de la propia casa como la familia tejana de su clásico del 74 o los fantasmas spielbergenos de Poltergueist. Algunas de las escenas finales recuerdan los geniales interiores de la guarida caníbal de La matanza de Texas 2, e incluso nos retrotraen a los parajes delirantes de la barraca de feria de Funhouse. Toolbox murders no es una gran película, pero sí que es un título interesante, que todo “freaknéfilo” que se precie debe ver si no lo ha hecho ya. Incluso el “freaknéfilo” avezado establecerá relaciones entre la película de Hooper, el Inferno de Argento, La semilla del diablo de Polansky y, sobre todo, la relación entre Hollywood y el esoterismo, que tan bien estudiada ha sido por Jesús Palacios en Satán en Hollywood (libro de grata lectura).

A escala internacional, Toolbox murders debió de funcionar relativamente bien, pues justo al año siguiente Tobe Hooper estrenaba su siguiente película: Mortuary (2005). Las fotos que iban apareciendo en Internet prometían mucho, pues eran ricas en elementos “gore” y los zombis presentaban un aspecto de lo más atractivo. En España, Mortuary no se estrenó (vistos los resultados en taquilla de Toolbox murders tampoco es de extrañar) y la película salió directamente a video. A pesar de su interesante comienzo, de esa pasión por lo sucio y lo corrupto que Hooper sabe imprimir en las primeras escenas, finalmente la película aburre. Los elementos de carácter adolescente lastran la eficacia de una trama que tampoco se antoja excesivamente interesante y la acción tarda demasiado en comenzar. De nuevo, una película, a mi gusto, fallida. Pero no nos equivoquemos, al decir todo esto de Mortuary no pretendo condenar la película. Mortuary no es un bodrio. Al año se estrenan en nuestra ciudad películas muchísimo peores. La película de Tobe Hooper es una película fallida de un cineasta magnífico; así, puede ser disfrutada como un pasatiempo, una curiosidad intrascendente, muy superior sin embargo a auténticos bodrios infames como, por ejemplo, las recientemente estrenadas por estos lares: El elegido, Jindabyne o Cuatro minutos.

Tras Mortuary, y por el momento, Hooper ha llevado a cabo dos nuevos, aunque nada desdeñables, trabajos para la televisión: Dance of the dead (para la primera etapa de Masters of horror) y The damned thing (para la segunda etapa).

Dance of the dead cuenta, de nuevo, con la presencia de Robert Englund (imagino que tanta colaboración se debe ya a una cierta amistad y, evidentemente, una admiración mutua entre actor y director). Estamos ante una fantasía futurista de alto contenido erótico bizarro. Un telefilme atípico y algo surreal plagado de elementos morbosos que crean la misma sensación de extrañeza que Toolbox murders. No es de lo mejor de la primera temporada de la serie, pero está por encima de otras propuestas.

The damned thing recuerda, por esa sensación de caos que pretende crear, a Lifeforce. Tras un prólogo impactante, Hooper juega con un buen número de personajes, que se violentan, tocados por un extraño ente, los unos contra los otros. Pero el tío Tobe resuelve con eficacia una trama difícil de adaptar a la pantalla, si bien el resultado final se antoja más impersonal que Dance of the dead. The damned thing tampoco es de los mejores episodios de la segunda temporada, pero, tal y como ocurre con Dance of the dead, el telefilme de Hooper resulta superior a los de otros creadores.

A fecha de hoy, Tobe Hooper se encuentra embarcado en la adaptación, de nuevo, de una novela de Stephen King: Buick 8. En principio, la película iba a ser dirigida por George A. Romero pero, finalmente, el timón ha sido tomado por Hooper. En cuanto a su trabajo para televisión, si casi con total seguridad su nombre aparecerá en la tercera temporada de Masters of horror, también trabajará para la miniserie Ghosts. Así las cosas, nadie puede negar la fidelidad del tío Tobe al género.

¡Bravo, maestro!

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