sábado, 27 de junio de 2009

Tetro


Con un título tan enigmático (apócope del apellido Tetrocini), se lanza Francis Ford Coppola hacia los pantanosos terrenos de la creación artística como tema central de su más personal proyecto. Tetro es una de esas películas que, ante todo, destilan belleza. Su trama no está sujeta a una narrativa audiovisual canónica, pues Coppola apuesta por la creación de atmósferas, suspendiendo los recursos convencionales a favor de un insólito vehículo cinematográfico que explora los poéticos (y tormentosos) terrenos de lo mágico. Posiblemente Tetro trate del drama de una familia de artistas, exponiendo un tenso cuadro de personalidades enfrentadas; pero opino que todo ello sirve de excusa a Coppola para desarrollar un discurso acerca de los avernos a los que el artista desciende para dar fondo y forma a la belleza. El Tetro protagonista de la película (un impecable Vincent Gallo) encarna al ángel caído que desde las cimas de su desesperación gesta la inmortal obra de arte. El genio al que le es indiferente el reconocimiento, tan solo apasionado por esa expresión perfecta de su angustia vital que, paradójicamente, generará una obra reverenciada. Coppola se la juega, como tantas otras veces, jugando al artista maldito. Tetro es un suicidio a nivel comercial y una resurrección a nivel artístico; una película tan desafortunadamente maravillosa como en su momento lo fueron Apocalypse now o Corazonada.


No se la pierdan.

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