martes, 17 de febrero de 2009

La saga de Viernes 13



El otro día me fui a ver Viernes 13, el esperado “remake” facturado a cuatro manos por el productor Michel Bay y el director Marcus Nispel. Observé que, en la sala, yo era el más veterano de los espectadores, pues, lo demás era chavalería, jóvenes aficionados al género que quizás cuando se hagan mayores dejarán de serlo o, quién sabe, seguirán, tal que yo, fieles. Sea como sea, le he estado dando vueltas al asunto y me he decidido a escribir un comentario no acerca de la película de Marcus Nispel (lo haré en otra ocasión) sino de la saga de Viernes 13 en general, dado que la he visto entera y me confieso fan de la misma. ¿A qué se debe esta “freaknéfila” iniciativa? Considero que los jóvenes espectadores de hoy en día pueden, tras ver el reciente “remake”, sentirse atraídos por las películas originales, así que tan solo pretendo, con estas discretas líneas, servir de pequeña ayuda o guía a quienes puedan encontrarse algo perdidos al respecto. En mi mocedad, yo tenía que tirar de videoclub y televisión para recuperar esos grandes clásicos que no había podido ver dado que, o era aún muy pequeño o ni tan siquiera había nacido. Qué fortuna la de los adolescentes de hoy en día, gracias a ese maravilloso invento de Internet. El joven aficionado al género, hoy por hoy, puede descubrir una joya diaria, si bucea en el maravilloso océano cinematográfico de, por ejemplo, los años ochenta. Cuando yo vi por vez primera el atractivo cartel anunciador de Viernes 13 (con aquella siniestra hacha clavada en la almohada), muchos de los chavales que el otro día me acompañaban en la sala ni tan siquiera habían nacido. Por cierto, no pude entrar a verla, pues, por mi edad, no lo permitían.

¡Comenzamos!

La primera vez que me enfrenté a él fue en la tercera parte de la saga, rodada en tres dimensiones. Corrían los primeros años de la década de los ochenta y ya se podía entrar al cine a ver películas para adultos. Mi padre, sabedor de mi temprana afición por el cine de terror, accedió a acompañarme una noche (aunque a él también le gustaba el género, si bien sus gustos siempre han apetecido más de lo sutil que de lo explícito). En aquella tercera parte, dirigida por el especialista Steve Miner, Jason Voorhees adquiría su peculiar iconografía, dado que se colocaba la hoy por hoy famosa máscara de hockey. ¿Recuerdan de dónde la sacaba? Simplemente, era un extraño atuendo que una de sus víctimas (el graciosote de turno) se había llevado al campamento maldito de Cristal Lake para asustar a alguna que otra tiarrona amiga. Jason, cansado del saco que cubría su cabeza (a lo Hombre Elefante), probaba con aquello y quedaba plenamente satisfecho de su nuevo aspecto. Aquella película, que desde entonces no he vuelto a ver y que por ello recuerdo como un espectáculo inconmensurable, me encantó y despertó mi pasión por Viernes13 para siempre.

Por aquellos días, mi padre acababa de comprar un magnetoscopio y no tardé mucho en ver, en la pequeña pantalla, alquiladas en sistema Beta, la primera y segunda parte de la saga. Así las cosas, yo soy de los que no hubieran fallado la famosa pregunta que en Scream formulan los cinéfilos asesinos a una aterrorizada Drew Barrymore y de los que se pegaron el susto de su vida cuando, al final de la primera parte, Jason surge de las aguas, por detrás de la barca, llevándose con él a la protagonista de turno.

Viernes 13, la primera de todas, fue un clásico inmediato. Todavía hoy en día casi resulta incomprensible que una película tan simplona dé tanto y tanto dinero y haya generado una de las sagas cinematográficas más largas de la Historia del Cine. A ello, sin duda, contribuyó la magistral banda sonora que Harry Manfredini compuso y los impactantes efectos especiales del gran Tom Savini. Sabido es que cuando Sean S. Cunningham enseñó su película a su amigo Wes Craven, éste pensó que aquello iba a ser un estrepitoso fracaso. Craven fue el primer sorprendido ante el exitazo. Cuando volvió a ver la película, lo entendió todo. La versión de la que él había disfrutado todavía no estaba totalmente sonorizada, faltaban esas escalofriantes notas de Harry Manfredini que los aficionados al cine de horror tararean, hoy por hoy, tal que los aficionados a la comedia lo hacen con esa musiquilla de Mi tío, la impagable obra maestra de Jacques Tati. Por cierto, ¿sabían ustedes que el extraño susurro que funciona como “leit motiv” de la música de Viernes 13 no es más que el comienzo de las palabras, pronunciadas por el propio Manfredini, “kill” y “mum”? Y es que todos (o casi todos) ya sabemos que, en la primera parte, Jason no es el asesino; lo era su mamá. Él no perpetrará sus teatrales crímenes hasta esa segunda parte en cuyo prólogo hace estragos, con un sacacorchos, en el cráneo de la superviviente de la película inaugural, dejando claro, desde un comienzo, que es mucho más duro que su entrañable progenitora.

Cunningham dejó la continuación de la saga en manos de Steve Miner, quien dio absoluto protagonismo, acertando de pleno, a Jason Vorhees. Posiblemente no le convenciera en exceso lo de la saca en la cabeza y, por ello, decidió colocarle la hoy por hoy clásica máscara de hockey, en la tridimensional tercera parte; película que tiene en su haber una de las muertes más espectaculares de la saga, la del ojo saltando de su cuenca a causa de la presión que el poderoso asesino ejerce sobre la cabeza de un muchacho. ¡Ahí es nada!

Steve Miner, con las dos partes que dirigió, terminó de establecer las pautas de esta saga mítica, con permiso de Halloween, dentro del “body count”. Si Cunningham es el padre de la saga, creo que a Miner podemos darle el título de padrino. Pero, ¿cuáles son dichas pautas? Jovencitos cachondos que propician algunas escenas de despelote y cuyos diálogos y sentimentales problemas no despiertan nuestro interés en ningún momento; un asesino más allá de lo normal (Jason tiene una fuerza sobrehumana y no termina de morir jamás) que llevará a cabo crímenes que serán mostrados de manera explícita; uno o varios sobrevivientes que plantarán cara al despiadado monstruo, que quedará fuera de combate en más de una ocasión, pero que siempre volverá, creando un estupendo clímax final de unos veinte minutos de duración que terminará con un susto (aunque alguna de las partes de la saga obvia este impacto final). Como pueden ustedes deducir, una fórmula más o menos copiada del Halloween de John Carpenter que, a posteriori, imitarán un sin fin de películas propias del género: El tren del terror, Mad man, Pesadilla en Elm Street, Leyenda urbana

Como todo género se constituye por la repetición de cánones, hemos de agradecer a Joseph Zito la impecable factura de una de las mejores partes de la saga: Viernes 13 último capítulo. Jason vuelve por última vez. Zito acababa de rodar uno de los mejores “body count” de todos los tiempos, El asesino de Rose Mary, así que decidieron confiarle la dirección de la que iba a ser última parte de la serie. Entre la profesionalidad de Zito y el reclamo de que ya no íbamos a volver a ver a Jason en acción, esta cuarta parte fue un éxito. Y, sí, Jason se iba a la tumba (en una magistral secuencia protagonizada una vez más por los impagables efectos especiales de Tom Savini), si bien, el plano final auguraba una posible continuación que no tardó en ser estrenada: Viernes 13 Vº parte. Un nuevo comienzo.

Esta quinta parte es de las menos celebradas por los fans, dado que en ella se nos escatima, con un innecesario juego de guión, la presencia del verdadero Jason. Es decir, que el asesino es, en esta ocasión, un impostor. Mucho menos espectacular que las cuatro partes anteriores, con un estilo visual más cercano al telefilme que al producto concebido para las más prestigiosas salas, esta quinta parte supuso, en el caso de nuestro país, que la saga se viera relegada al videoclub hasta la aparición de Freddy contra Jason y Jason X. Sí, esta quinta parte fue la última estrenada en salas comerciales.

Sin embargo, guardo un agradable recuerdo del visionado de Viernes 13 VIª parte junto a Ángel Sala, que en aquel entonces vivía en Zaragoza, por lo mucho que nos reímos gracias al tono paródico y las múltiples referencias (impagable el título de crédito a lo James Bond) de este título metacinematográfico, carta de presentación, con más humor y menos “gore”, de un Jason resucitado, por obra y gracia de un rayo, que se antoja mucho más cadavérico y espectral, aunque también más dicharachero que de costumbre. Aquella fiesta para los fans del género no estaba nada mal. Dirigida por (Tom McLoughlin) proponía una dirección distinta para el asesino de la máscara de hockey a la intuida en la por otra parte entretenida quinta parte (que tampoco es que estuviera tan mal).

A continuación llegó, de la mano de John Bud Cardos, la que para muchos es la peor de la saga: Vienes 13 VIIª parte. En España fue también directa a video y había que enterarse de su calidad gracias a las críticas de las excelentes revistas especializadas francesas (Mad Movies y L’Écran Fantastique) o de la norteamericana Fangoria (todo un referente). Los franceses le dieron por todos lados y Fangoria, en su línea, obvió el aspecto crítico. La alquilé temiendo lo peor y no me pareció nada desdeñable, más bien en la línea de la parte anterior, si bien menos humorística y con menos referencias a otras películas. En esta ocasión, Jason se enfrentaba a una muchacha con poderes telequinésicos, y las críticas más bien iban en plan choteo, diciendo que aquello era Jason contra Carrie (bueno, tampoco iba a tardar en llegar Jason contra Freddy, y aquello les pareció tan bien a los críticos franceses). De la séptima parte yo destacaría su clímax final, con un divertidísimo momento en el que Jason rompe su deteriorada máscara de hockey con una contracción de su propia cabeza, para enseñarnos su cada vez más horrible rostro.

Viernes 13 VIIIª parte. Jason llega a Nueva York basaba su baza fundamental en que el amigo Jason decidía dejar Cristal Lake y darse una vueltecilla por la gran manzana. En este sentido, la película es un poco tramposa, pues casi toda ella se centra en las andanzas de Jason en el barco que lo traslada hasta Manhattan (en plan Drácula) y, una vez allí, sus fechorías se centran en algunas callejuelas suburbiales reproducidas en estudio cinematográfico. Pero, como tampoco era cuestión de tomarle el pelo del todo al aficionado, sí que hay un par de minutos en los que el bueno de Jason se planta en una de las más conocidas zonas de la ciudad, amedrentando a unos pandilleros de curiosa manera en una secuencia por la que ya merece la pena ser vista esta entretenida cinta que plantea además el fin definitivo de Jason (obviando el susto final), consumido por ácido. En su momento, la película también fue vapuleada por la crítica, si bien, vista hoy, se antoja simpática y singular (debido sobre todo a las escenas antes comentadas), digno producto de serie b que está agotando sus últimos cartuchos.

Pero, cuando todos pensábamos que ya no iba a haber más Viernes 13, zas, Adam Marcus revitalizó la saga con una magnífica y diferente novena parte subtitulada Jason va al infierno. ¿Quién era este tal Adam Marcus? Nada más y nada menos que el chico del café de la primera parte de la saga. Un auténtico fan de las películas de Viernes 13 que debió hacer lo imposible por ponerse tras las cámaras y dar su visión (y revisión) del mito. Marcus trataba de explicar con esta novena parte los orígenes de Jason, por qué el monstruo de la máscara de hockey volvía una y otra vez y jamás encontraba su final definitivo. La explicación estaba vinculada, si mal no recuerdo, a elementos mágicos y extraterrestres. El tal Jason era una especie de parásito que se introducía dentro de los cuerpos (como en el Hidden de Jack Solder) y, para eliminarlo, había que enviarlo más allá de este plano, al mismo infierno del que debía de haber salido. Aquel intento de dotar de coherencia, con una novena parte, a todo lo anterior, resultaba tan estimable como carpetovetónico. La verosimilitud de la propuesta hacía aguas en algunos momentos, pero la película, como espectáculo cinematográfico funcionaba estupendamente. Así pues, la novena parte es una película de Viernes 13 y, a la par, no lo es. Hay algo distinto en toda ella, que la aleja de la pureza de la saga pero, al mismo tiempo, la hace mejor que muchas de las propuestas anteriores. Si conceptualmente está mucho más elaborada que sus inmediatas antecesoras, visualmente también resulta más cuidada. Como curiosidad, señalar que su final anticipa el encuentro de Jason con Freddy Krueguer, puesto que las afiladas garras del asesino de Elm Street acaban hundiendo la máscara de Jason en las profundidades del, como reza el título, mismo infierno.

Pero Jason contra Freddy tardaría a llegar un poco más de lo esperado. Antes, los aficionados disfrutaríamos de Jason X. Ahora bien, obsérvese el hecho de que desde la película de Adam Marcus, ninguna otra película de la serie, exceptuando el reciente “remake” de Marcus Nispel, ha vuelto a titularse Viernes 13. Es como si, tras la película de Adam Marcus, los productores decidieran continuar la saga rompiendo con la misma. Creo que, en el fondo, subyace un problema de paso del tiempo y renovación de la generación de espectadores (no nos equivoquemos, como ya he dicho antes, muchos se hacen mayores y dejan de ir al cine a ver cierto tipo de cosas). El cine de hoy, sobre todo en tanto en cuanto a cuestiones de factura audiovisual, es muy distinto del de los años ochenta y parte de los noventa. Para muchos nuevos espectadores de hoy en día (sobre todo adolescentes), algunas películas de la saga de Viernes 13 pueden resultar cutres (quienes acaben siendo buenos cinéfilos, ya llegarán a apreciarlas atendiendo a su contexto). Así las cosas, propuestas como Jason X, Freddy contra Jason o incluso el actual “remake” de Marcus Nispel nos devuelven los grandes éxitos del pasado pero adecuadamente aderezados para disfrute de las nuevas generaciones, que son quienes, al fin y al cabo, más se dejan los cuartos en este tipo de productos (a lo mejor, hasta que también se hagan mayores). El estrenar hoy por hoy un Viernes 13 XIIª parte ocasionaría, posiblemente, un fracaso, pues esas nuevas generaciones de aficionados no pagarían por ver la décimo segunda parte de algo que no conocen bien. Otra cosa es eliminar el número y hacer como que se comienza de cero. Lo hemos visto también con La matanza de Texas y sus nuevas y espectaculares versiones (una de ellas, por cierto, también dirigida por Nispel y producida por Michael Bay).

Para Freddy contra Jason se contrató al cineasta oriental Ronny Yu, estupendo esteta (con obras maestras en su haber como La novia del cabello blanco) que contribuyó a dotar a la saga de esa nueva dignidad que comenzó con el título de Marcus y continuó con Jason X (en la que el asesino de la máscara de hockey perpetraba sus fechorías en una nave espacial). Tras Jason X y Freddy contra Jason hay una mayor producción y unos más elaborados guiones que prepararon el camino para la siguiente aparición de Jason en la pantalla grande. Su nueva puesta de largo en el “remake”, recientemente estrenado, de Marcus Nispel, película a la que dedicaré, como he dicho al comienzo, un próximo artículo.

Para finalizar, tengo a bien establecer toda la relación de películas de Viernes 13, exceptuando el “remake” de Marcus Nispel, indicando título, director y año de producción. A su derecha, incluyo un pequeño comentario personal.

Viernes 13 (Sean S. Cunningham, 1980) Un clásico de obligada visión.

Viernes 13 2ª parte (Steve Miner, 1981) Entretenido producto que todo fan debe ver, dado que Jason comete sus primeros crímenes y su aspecto personal es diferente a la posteriormente popularizada.

Viernes 13 3ª parte (Steve Miner, 1982) Yo la pude ver en 3D. Impagable. Jason se coloca por vez primera la máscara de hockey y comete algunos de sus más famosos crímenes. De visión obligada para todo fan que se precie.

Viernes 13 4ª parte. Jason vuelve, por última vez (Joseph Zito, 1984) De lo mejor de la saga. Una de mis favoritas. Encomiables veinte minutos finales. Savini en plena forma sirviendo efectos espeiales.

Viernes 13 5ª parte. Un nuevo comienzo (Danny Steinmann,1985) Película curiosa que defrauda a los puristas, si bien entretiene a los menos exigentes. No es tan mala como dicen.

Viernes 13 6ª parte. Jason vive (Tom McLoughlin, 1986) Delirante carnaval de humor negro y referencias cinematográficas. Para verla en compañía de amigos aficionados al género.

Viernes 13 7ª parte. Sangre nueva (John Carl Buechler, 1988) Para muchos la peor de toda la saga. A mí me gusta tanto como la quinta o sexta parte. Además, tiene algunos de mis planos favoritos de la saga.

Viernes 13 8ª parte. Jason llega a Nueva York (Rob Hedden, 1989 ) En la línea de las dos películas anteriores. Una serie b que promete más de lo que da pero que no termina de caer en la chabacanería más absoluta. Una muy digna propuesta con, una vez más, un par de escenas antológicas.

Viernes 13 IXª parte. Jason va al infierno (Adam Marcus, 1993) De las mejores películas de la saga. Distinta y superior a sus cuatro propuestas anteriores, aunque sin alcanzar la irrepetible atmósfera de las cuatro primeras partes de la serie. Toda una obra de culto a tener en cuenta.

Freddy contra Jason (Ronny Yu, 2003) Delicioso cómic magníficamente rodado por Ronny Yu. Mucho más presupuesto para este divertido cruce entre Viernes 13 y Pesadilla en Elm Street que, por cierto, supuso el retorno de Jason en España a la pantalla grande.

Jason X (James Isaac, 2001) Con Cameo de David Cronenberg incluido. En la línea de renovación estética de Freddy contra Jason, un Viernes 13 de lujo, ambientado en el espacio, que poco y todo tiene que ver con el espíritu original de la saga. Absolutamente recomendable.

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