lunes, 4 de enero de 2010

Avatar


Reescritura en clave siniestra de La sirenita, Avatar se constituye inusual historia de amor donde lo monstruoso es contemplado con esa exquisita sensibilidad de la que James Cameron ya había hecho gala para mostrar lo extraño. Los asfixiantes paraísos industriales han terminado por hacer del hombre un terminator violento que debe escapar de sí mismo, renegando de su naturaleza cruel, escapando a un entorno bucólico, épico lírico; realidad virtual en la que es posible recuperar el paraíso perdido.


Apuesta arriesgada y difícil, mucho menos comercial de lo que se preveía, Avatar se degusta como crítica en clave, feroz, a la especie humana, revestida con lujosa vestimenta en elaborado relieve. Insólito espectáculo audiovisual no carente de trascendencia y riqueza conceptual.


He de reconocer que su primer visionado me dejó estupefacto, terminando de enamorarme al acudir al cine por seguna vez (ambos pases, lógicamente, los disfruté en 3D). A pesar de las opiniones adversas, me atrevo a decir que Cameron ha facturado un clásico inmediato (como en tantas otras ocasiones), un fenómeno "mainstream" con una tremenda carga autoral que puede arrasar en la próxima ceremonia de los Oscars. Tiempo al tiempo.

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